Miguel Ángel Megía (58 años) relató que a cierta hora del día, los huesos comienzan a dolerle y las articulaciones ya no le responden. “Los médicos dicen que es por (haber pasado) mucho frío. Porque estuvimos en la Escuelita de Famaillá 31 días en el piso. Por eso también tengo problemas en los pulmones y no puedo usar ventiladores ni nada”, detalló frotándose las manos y exhibiendo sus dedos deformes y entumecidos. Esas fueron algunas de las secuelas que le quedaron de su paso por centros clandestinos de detención entre 1975 y 1980, según describió ayer en el contexto de la megacausa “Villa Urquiza”. Como Megía tiene inconvenientes para movilizarse, el juicio se mudó a su casa, en Lules.
Sentados alrededor de una mesa, el juez Gabriel Casas, miembro del Tribunal Oral Federal (TOF), y el fiscal Leopoldo Peralta Palma hicieron las preguntas principales al testigo-víctima. También participaron querellantes y defensores.
En 1975, Megía tenía 15 años y trabajaba como cosechero para una citrícola. Precisó que fue detenido en dos oportunidades en marzo de ese año, con una semana de diferencia. Tres de sus hermanos y su padrino también permanecieron secuestrados sin saber por qué. Ambos operativos lo sacaron de su casa, en Montegrande, cerca de Famaillá. En la primera ocasión, dijo, fue alojado en el centro clandestino que funcionó en la ex Jefatura de Policía. “Ahí fui torturado y me pegaron. Me tuvieron una semana y me liberaron”, recordó. Volvió a trabajar, según manifestó, y sufrió un accidente laboral. “El Ejército esa vez me sacó de la cama. Fue la segunda. Un día me tuvieron en la administración de la citrícola. A la noche, me cargaron junto a otras personas en camiones y nos llevaron a la ‘Escuelita de Famaillá’”, repasó. A partir de allí pasó cinco años detenido y fue trasladado en varias oportunidades. “Decían que me habían encontrado armas y libros. Que reclutaba gente para el ERP. Yo sólo trabajaba y ¡ni sabía leer! Aprendí en Villa Urquiza”, rechazó.
En la “Escuelita” permaneció 31 días junto a sus familiares. “Estuve con los ojos vendados y las manos atadas para atrás todo el tiempo. Ahí nos torturaban y mataban gente. A mi padrino, Rito Medina, le han pasado los camiones por las piernas y lo han tirado en el hospital de Famaillá diciendo que era un ‘guerrillero’ que lo habían sacado del monte. Murió. Ahí violaban a las chicas también”, expresó. Luego, fue trasladado a la Jefatura, donde cree haber pasado entre dos y tres meses. “Al único que recuerdo es al Tuerto Albornoz (es uno de los imputados), que es al que más nombraban. El resto andaba de civil”, declaró en relación a sus captores.
Finalmente, fue llevado junto a una treintena de detenidos a Villa Urquiza. “Nos llevaron en unimogs del Ejército. Éramos como 36 o 37. Nos pusieron en el pabellón de presos políticos. Nos decían también subversivos y guerrilleros. Nos han tratado fiero ahí. Una vez nos sacaron a las 2 y nos hicieron simulacro de fusilamiento. Nos pegaron culatazos y patadas”, denunció. En la penitenciaría estuvo alrededor de ocho meses antes de ser llevado hasta cárceles de Chaco y de La Plata. En esta última, dijo, recibió el peor trato. Allí, de acuerdo con sus dichos, lo visitó el ex juez federal Manlio Martínez y le comunicó que quedaría en libertad.
La megacausa determinará las responsabilidades de 10 ex guardiacárceles, ex policías y ex militares en crímenes cometidos contra presos políticos entre 1975 y 1983 en el “Pabellón de la Muerte” de la cárcel. Las audiencias se reanudarán el 4 y 5 de noviembre. Está previsto que al menos 20 testigos pasen frente al TOF en esas jornadas.